Álvaro Cuadrado es un emprendedor social que, a sus 35 años, ha impulsado ya más de 20 proyectos. El actual y el de mayor impacto corresponde a Hambre Cero, fundado a raíz de la pandemia.
El proyecto de la infancia no era ser emprendedor, sino hacerse de Greenpeace para salvar ballenas. Se crió y pasó la adolescencia viviendo en un barco con su padre, pero hace ya tiempo que Álvaro Cuadrado no tiene amarres. Se pasa el día de un lado a otro porque resulta que las desgracias se concatenan y como él emprende en eso, en mitigar padecimientos ajenos, un negocio que no suele ser muy rentable, pues resulta que necesita muchas donaciones privadas, muchos voluntarios y mucho apoyo mediático.
“Cada vez que salgo en algún medio se multiplican las cifras”, reconoce sin tapujos este emprendedor social. Así que, algo alejado de las sutilezas filantrópicas, él prefiere hacer mucho ruido para conseguir dinero: la herramienta que necesita para impactar con sus proyectos.
Dice también Cuadrado que no es de soñar mucho. A sus 35 años se ha dado cuenta de que los sueños son limitantes y de que no hay mejores planes que los de hoy y mañana. “Si me hubiese conformado con lo que soñaba, nunca habría conseguido tantas cosas, y si hubiese soñado todo lo que he conseguido, habría pecado de prepotente”.
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