Carmen Dorca Fornell (45 años) tenía una pasión, la investigación, y una misión, la mejora vegetal. No parecían cuestiones fáciles de desarrollar en su Conil de la Frontera (Cádiz) natal, por lo que pasó años trabajando en ciudades de otras latitudes. Sin embargo, un cambio vital le hizo descubrir que su trayectoria podía contribuir al negocio familiar, una empresa de alojamiento turístico de la que tomó las riendas aplicando un punto de vista innovador.
¿En qué momento y por qué decidiste emprender en tu pueblo?
Volví a Conil en 2010, cuando mi padre murió. Dejó una herencia complicada, que incluía varias villas de alquiler vacacional. Fue un regreso intermitente al principio, hasta que en 2015 ya me instalé de forma permanente y me decidí – y casi estoy consiguiendo- a hacer del negocio familiar, Villas Holidays Conil, un espacio de turismo científico donde pueda divulgar este amor por la naturaleza.
Volví porque siempre quise volver. No sé si sabes que vivir en Conil es como vivir en un parque natural. Conil es maravilloso, está rodeado de espacios naturales que están muy bien conservados, aunque la mayoría de la gente no lo sabe. Aquí viene la gente y dice «playa maravillosa», pero hay mucho más que playa. Hay lugares de interés comunitario, están muy bien protegidos, no se pueden edificar y demás, y son reservorios de fauna y flora. A mí, este amor por la naturaleza que tengo, que me empuja tanto, me ha hecho mezclar la disponibilidad de los alojamientos con la enseñanza de esto y del respeto al mundo en el que vivimos. Es mi pequeño granito de arena.
¿Cómo fueron los primeros pasos?
Mi padre ya tenía la explotación de los alquileres vacacionales. La herencia no la tenemos todavía arreglada del todo porque los impuestos de sucesiones en Andalucía son muy altos. Aunque ahora los han abolido, a mí me tocó la época en que no. Eso es duro. Emprender no es fácil, pero es una satisfacción enorme que tus sueños se hagan realidad.
En el año 2015 empiezo a tener rendimientos y empiezo a hacer bastantes sinergias con otros espacios, es el momento en el que de verdad yo empiezo de lleno. Desde entonces hemos tenido momentos más malos, momentos más buenos, pasamos el COVID… Pero sobrevivimos.
Has nombrado una palabra representativa de FADEMUR: «sinergia». ¿Has tenido ocasión de establecer sinergias con alguna compañera de FADEMUR?
En el penúltimo Encuentro Ruraltivity conocí a Marleen, una olivarera de Cádiz. Yo doy información sobre ella y ella sobre mí, la idea es seguir avanzando y estrechando esta colaboración. Además, estoy en contacto con una muchacha que hace ecoaventuras en Almería y también queremos hacer algo.
¿Qué problemas afectan al sector turístico en tu zona?
El problema es que España está muy marcada, en verano hay playa y en invierno hay montaña. Ya está. Eso hace que no haya un flujo continuo de turistas. Y si no hay flujo, hay muchos meses que están parados. Lo emprendimientos pequeñitos lo tienen más difícil porque te quedas sin un constante, es decir, no tienes liquidez. Por eso, las empresas de turismo pequeñitas acaban cerrando porque no se pueden mantener.
Yo quiero cambiar esta estacionalidad, disfrutar de esto todo el año. Por eso, yo hago mucho hincapié en estas sinergias para que en otoño se hagan actividades de avistamiento de aves, en primavera de ballenas, para que siempre se hagan rutas, observación de lluvias de estrellas, visitas a restos arqueológicos… … El turismo científico va siempre de la mano del turismo general y el problema es la moda de la estacionalidad.
¿Existe un verdadero espíritu emprendedor en tu pueblo?
Hay mucho emprendimiento, mucho movimiento, pero suelen ir a lo seguro. Yo soy un poco revolucionaria. Si dices “Hay que hacer esto, lo otro”, entonces la gente te sigue pero no lo hace en primera persona. Pero sí que hay emprendimiento y se han hecho, y se hacen, cosas muy bonitas, aunque cansa esa estacionalidad. Tú metes ahí un dinero, lo mueves, trabajas, trabajas, trabajas y después llega ese momento ciego, ese valle de la muerte, que hay gente que sobrevive y gente que no. Por eso asusta iniciarlo. Por eso insisto en que debería haber un turismo a lo largo de todo el año, para que empiece esa rueda a moverse y alrededor de ella haya distintas actividades. Además, luego es supergratificante porque ves que las personas se lo pasan superbién y transmites esa pasión por la naturaleza, por la ciencia… que luego viene de vuelta. Yo creo que es una cosa que tenemos que darle a la siguiente generación. Para mí es una obligación; yo no quiero que mi pueblo se convierta en un pueblo de rascacielos.
¿Conocías FADEMUR antes de participar en la lanzadera de emprendimiento?
Yo conocí FADEMUR primero, por el boca a boca, y luego me inscribí en Ruraltivity.
¿Cómo ha ayudado Ruraltivity a tu proyecto?
He conocido a gente que hace cosas superbonitas. Ruraltivity te alienta y te da ideas. También he hecho cursos, pero lo que más me ha gustado de FADEMUR es que he conocido a gente con la misma forma de pensar.
¿Dónde ves a tu proyecto y a ti misma dentro de cinco años?
Con una entrada de turismo desestacionalizado, que yo pueda reservar durante todo el año, cada vez haciendo más sinergias y que yo misma me envalentone y desarrolle una actividad en la naturaleza que la lleve de forma paralela, y en conjunto, a los alojamientos. Y seguir creciendo, y crear trabajo, y seguir haciendo sinergias con gente con la misma forma de pensar.
¿Qué le dirías a una mujer que está pensando emprender en un pueblo?
Que no tenga miedo. Que lo piense bien, que lo haga bien, porque luego siempre hay muchos flecos, para que luego no se lleve desilusiones. Que esté bien asesorada, que cuente con un equipo bueno, que tenga algunos ahorritos, que luego siempre hay algo que pagar, y que siga hacia adelante, eso sin duda.