María José Fernández vive en un pueblo de la provincia de Teruel de apenas cien habitantes, pero su día a día pulveriza la agenda de cualquier urbanita. Cuesta seguir el ritmo de esta mujer inquieta que no cambia la libertad que le da el mundo rural por los carteles luminosos de una gran ciudad y que ha hecho de Camañas –donde reside– y de Visiedo –donde creció y permanece su familia ascendiente– su tierra prometida. Tuvo opción, pero eligió regresar tras aprender peluquería en la populosa y deslumbrante Barcelona.
No tiene un oficio sino varios, la única fórmula –explica– de sobrevivir en una comarca donde la agricultura y la ganadería siguen siendo los pilares de una economía lastrada por la despoblación. Ella es quien cuida de una granja con 1.800 cerdos y –junto con su hermano, Jorge– de un rebaño de 1.000 ovejas. Por si fuera poco, ha convertido el patio de su vivienda en una peluquería en la que trabaja a demanda los siete días de la semana sin horario de apertura y cierre, y aún le queda tiempo para desplazarse a Perales del Alfambra y a Visiedo los jueves y los viernes, donde peina a sus vecinos. Además, dedica parte de su tiempo al cultivo de trufas.