No es lo mismo ser agricultora de una explotación de cereal en el medio oeste norteamericano que recoger mijo en el África subsahariana. No se utilizan las mismas herramientas en unos invernaderos automáticos y controlados por sensores en Japón que en la recolección de la patata en la Sudamérica andina. Y el tamaño de las explotaciones españolas poco tiene que ver con los viñedos australianos o con los que se extienden por las cálidas tierras de California. Pero una misma realidad recorre toda la superficie agraria del mundo, donde la mujer se siente orgullosa de dedicarse a esta actividad, pero continúa sintiendo la discriminación de un sector todavía muy masculinizado.
Lo dicen las propias agricultoras en una encuesta realizada por la multinacional DowDuPont entre profesionales del sector de 17 países de los cinco continentes. Un estudio con el que se pretendeidentificar las barreras que impiden a la mujer realizar su participación completa y con éxito en el sector. Y España no sale precisamente muy bien parada.